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sábado, 19 de agosto de 2023

SOBRE EL COLEGIO DE PROFESORES DEL PERU: VOTO EN CONTRA - 2008

José Ramos Bosmediano, miembro investigador de la Red Social para la Escuela Pública en América, ex Secretario General del SUTEP Cuando la situación legal de las dirigencias que se disputan la conducción del Colegio de Profesores del Perú no ha sido aún definida por el Poder Judicial al cual recurrieron reclamando su correspondiente legalidad, desde el 2007 la supuesta dirigencia encabezada por el Profesor Carlos Gallardo viene realizando “elecciones” para que los maestros elijan a los decanos y demás componentes de de su consejo directivo en cada una de las regiones. Sin más lógica que el afán de asumir un cargo en el discutible Colegio de Profesores del Perú, algunos docentes han asumido la ilegal e ilegítima convocatoria, pretendiendo sorprender a los demás maestros con una institución que realmente, desde el punto de vista institucional, no existe y, por consiguiente, toda elección carecerá de efectos legales, como viene ocurriendo con el “Colegio de Profesores de Lima”, “elegido” en el 2007 y cuya “decanatura” ha sido otorgada al Profesor Jorge Ruiz Tejedo, no precisamente del grupo político del MDM de Carlos Gallardo ni del de Patria Roja de Soledad Lozano. Pero ahí está él sin arte ni parte en los quehaceres del magisterio y educación nacionales. No es posible comprender la ubicación y el papel del Colegio de Profesores del Perú, que desde el segundo gobierno de don Fernando Belaúnde Terry se pretendió imponer a los maestros sobre la base de lo establecido por la Constitución Política de 1979 y también por la de 1993, sin considerar los orígenes y aplicación de una institución como son los colegios profesionales. Sus orígenes, en la Edad Media, se encuentran en las corporaciones de artesanos para el ejercicio del oficio correspondiente. Al surgir las profesiones denominadas liberales en el mundo moderno capitalista y bajo el imperio del libre mercado, médicos y abogados, principalmente, debieron de organizarse en Colegios para ejercer su profesión y cobrar sus honorarios. A estos profesionales se fueron agregando otros como los ingenieros, contadores públicos, etc., obligados también a garantizar su idoneidad profesional y el cobro de honorarios, lo que significaba para el Estado el cobro de impuestos. No olvidemos que durante el Virreinato español en América Latina se creó, en pleno siglo XVIII, el Colegio de Abogados. En el siglo XX hubo estados que obligaron a crear Colegios de Profesores, como en Costa Rica, Canadá, Honduras, con un criterio estrictamente profesionalista, de orientación supuestamente académica para propiciar la superación profesional de los maestros. No es casual que en Honduras los maestros fueron obligados a organizarse en el Colegio de Profesores Superación Magisterial de Honduras (COLPROSUMAH), que nunca significó tal cosa, razón por la cual, durante la década de los 70, los maestros hondureños lo convirtieron en una organización sindical, adecuando su Estatuto para los fines de la defensa de los derechos del magisterio hondureño. En Canadá el Colegio de Profesores es un adorno, pues solamente se dedica a refrendar los títulos de profesor que otorgan las universidades como requisito para que sea nombrado en una plaza docente, cobrando una cuota mensual a cada maestro sin beneficio alguno para éste; Por la inutilidad del Colegio los docentes canadienses tienen su Federación sindical. Igual ha ocurrido en Costa Rica, donde el Colegio ha quedado en el recuerdo y los maestros costarricenses se han organizado en sus sindicatos, tanto de educación básica como de superior. ¿Y en Chile? Desde que los maestros comenzaron su lucha se organizaron en la Asociación General de Profesores de Chile, desde principios del siglo XX, glorioso sindicato que Pinochet reprimió y disolvió a punta de bala, creando el Colegio de Profesores de Chile y obligando a los maestros a filiarse a las AFP, modelo neoliberal de privatización de la seguridad social que copió el fujimorismo en el Perú. Sin embargo, los maestros chilenos supieron convertir al Colegio en un verdadero sindicato, aun sin cambiarlo de nombre como en Honduras. No es verdad, pues, como dijeron ciertos funcionarios y hasta algunos dirigentes magisteriales, que en toda América Latina y hasta en Europa funcionan los colegios de profesores con “exitosos resultados”. Es al revés, todos los maestros del mundo tienen sus sindicatos, afiliados a la Internacional de la Educación y no sus colegios de profesores. En México hay un Colegio, el Colegio de México, pero no tiene nada que ver con lo que estamos hablando, sino con una entidad de intelectuales que se dedica a la investigación y la difusión de la cultura. El SUTEP, a partir de la referencia anterior y del análisis de los supuestos fines y objetivos de los colegios profesionales, consideró inútil la creación del Colegio de Profesores y, si por razones de fuerza el Estado lo impusiera, se tendría que participar para impedir que sea utilizado como instrumento de debilitamiento y destrucción del sindicato. Esta decisión fue adoptada en el IV Congreso Nacional Ordinario del SUTEP realizado en Chiclayo en 1984. Desde entonces, todos los gobiernos de los 80 y 90 pretendieron imponer el Colegio, sin lograrlo. Hasta que el gobierno de Toledo, a través de un Parlamento tan inútil como el actual, lo logró, obligando a los maestros a colegiarse para ejercer la docencia. No es, pues, una institución buscada y querida por los maestros, sino impuesta por las necesidades del neoliberalismo, pretendiendo crear en los maestros la engañosa sensación de “superación” profesional y social, superación que no ha ocurrido en ningún país donde hubo el tal Colegio. Si se leen bien los fines y objetivos del Colegio de Profesores del Perú, establecidos en su Estatuto, que además ha sido redactado por el Ministerio de Educación y no por los maestros, encontramos los más ingenuos postulados de la elevación de la calidad de la educación, del ejercicio probo de la docencia, de la superación profesional permanente de los maestros, agregando, para burlarse más, de las posibilidades de superación material y espiritual del profesorado a través de instituciones financieras y de otra índole. Es decir, en el Perú, el Colegio de Profesores podrá generar los más divinos resultados, no logrados por sus homólogos en otros países, y que no los tienen, además, los colegios profesionales de médicos, abogados, etc., en nuestro propio país. Si todos esos fines y objetivos fueran cumplidos por la presencia de los colegios profesionales, hace tiempo que en el Perú no tuviéramos los problemas de la salud, de la administración de justicia, de la producción y comercialización de fármacos bamba, de la administración de justicia, por ejemplo. Quienes han realizado tanta propaganda para la creación del Colegio de Profesores no podrán demostrar, sin embargo, las virtudes que señalan para esta institución. Por eso es bueno señalar los objetivos reales de su imposición: a) convertir al Colegio en el único organismo de representatividad de los maestros, anulando el papel del sindicato (SUTEP); b) trasladar hacia los maestros, vía el Colegio de Profesores, la exclusiva responsabilidad de los problemas no resueltos de la educación, que no se resolverán ni con cien años de existencia del Colegio; c) responsabilizar a los maestros, a través de su Colegio de Profesores, de su bienestar material, librando al Estado de esa responsabilidad; d) crear en el magisterio peruano un espíritu reacio a reclamar del Estado sus derechos y reivindicaciones concretas, pues su tarea de superación profesional es la única digna de ser tenida en cuenta. ¿Para qué reclamar al Estado si el Colegio puede otorgar a los maestros mejores ingresos? Causa extrañeza que habiendo razones históricas, profesionales y sociales para advertir a los maestros de la farsa de la colegiatura, haya quienes, en estos momentos, sigan quitándose una institución que ha demostrado su inutilidad y su propósito perverso de paralelizar al sindicato. Lo curioso es que en ambos polos de la contienda se escucha y se lee un grito similar: “colegio democrático, representativo para una educación de calidad y la superación profesional de los maestros”. Con todos los objetivos políticos que se puedan esgrimir para intervenir, en estas nuevas circunstancias, en la dirección del Colegio de Profesores, es una inconsecuencia que se oculte, en el debate, los verdaderos objetivos del neoliberalismo, y se soslaye el verdadero significado del Colegio de Profesores. Esta inconsecuencia se nota mejor cuando hay un debilitamiento de la dirección nacional del gremio, de una parte; de la otra, un afán oportunista de copar un espacio que se enfrente al SUTEP con objetivos políticos y de manejo económico, desde posiciones antigremiales y de defensa de una reforma educativa neoliberal. Hay quienes dividen el trabajo organizativo de los maestros en dos aspectos supuestamente diferentes y hasta contradictorios: el SUTEP con su lucha reivindicativa y el Colegio con su trabajo profesional académico. Una división del trabajo que toda ala experiencia internacional desmiente. Cuando el Poder Judicial determine, finalmente, cuál es la situación jurídica de ambas partes en la disputa por el Decanato Nacional del CPPe, ambos habrán perdido su oportunidad y habrá una nueva convocatoria. Hasta entonces, los maestros peruanos deben haber superado los problemas organizativos del sindicato, lograr su fortalecimiento y su más amplia unidad; pero también retomar su lucha pedagógica por el proyecto de nueva educación en el Perú a partir de las propuestas sistematizadas en 1992. Una campaña de esclarecimiento se vuelve urgente. Considerando la existencia de un número considerable de maestros jóvenes formados en medios académicos que han privilegiado los aspectos meramente didácticos de la pedagogía, incluyendo el adiestramiento en “marketing educativo”, descuidando los fundamentos históricos, filosóficos, sociológicos, antropológicos, políticos, se requiere un trabajo permanente de formación pedagógico-sindical. No hacerlo significará otorgar al neoliberalismo el camino más fácil para seguir tergiversando la conciencia de clase de los maestros peruanos para forjar las bases de una nueva educación en el Perú. Para este trabajo no se necesita ningún Colegio de Profesores, sino un sindicato que funcione como tal y asuma el trabajo programático, al tiempo que defiende los derechos de sus afiliados y los del pueblo peruano. Iquitos, 30 de marzo del 2008

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